Posibles edades mínimas o de referencia para el primer abordaje de algunos instrumentos. Complejidades en distintos sistemas de emisión. Algunas salvedades. Los pudores de este autor.
Las edades mínimas en las que empieza a ser plausible el estudio real, específico de un instrumento musical, son disímiles. Varían en los distintos instrumentos, según el enfoque de los maestros, la maduración física y la personalidad de los chicos. Para los instrumentos que yo enseño (el saxo y la flauta traversa) suele posponerse el primer abordaje hasta poco antes de la pubertad: su aprendizaje requiere cierto poderío físico. Se complica en un nene muy menudito. La flauta traversa tiene como límite la extensión de la mano y de los brazos del chico. En niños de 7; ¿quizás 8 años? suele no ser posible por la separación admisible entre sus dedos (extensión de la mano) poner cada dedo en su correspondiente llave. En niños de 8, quizás 9, una vez puestos los dedos en las llaves sus brazos quedan por lo general demasiado estirados, con las manos muy separadas de su torso: la posición se vuelve incómoda y el aprendizaje marcha cuesta arriba. Yo aconsejo empezar a partir de los 10 u 11 años.
Desde hace unos 15 años, hay en mercado flautas infantiles con cabezal curvo. La flauta se divide en tres cuerpos. En las flautas de cabezal curvo, el cuerpo que queda del lado de la boca (el cabezal) en vez de ir hacia la derecha como la flauta misma, primero va hacia la izquierda y después hace una curva y torna hacia la derecha. Esto evita que los brazos se separen tanto del cuerpo: la flauta queda más cerca. Estas flautas traen también su cabezal recto para, con el crecimiento del chico, reemplazar el cabezal curvo por el cabezal normal. Sólo las marcas más prestigiosas la fabrican. La decisión del cabezal curvo requerirá entonces comenzar esta experiencia de tanteo (para la cual lo único sensato es no saber si estos estudios funcionarán o no en la vida del niño) comprando un modelo 30% más caro de una flauta, normalmente ya cara. Los comercios en Argentina no tienen stock de estas flautas. Algunos, las importan por encargo pero independientemente de estas complicaciones yo no las aconsejo. Cuando acepté tomar nenes más chiquitos no me fue bien. Me pudo el entusiasmo del nene y no saber decir no cuando tal es mi convicción, siempre deviene en frustración. Los chiquitos se quejaban de que les dolía el dedo meñique de la mano derecha, se sostenían poco tiempo con la flauta en posición, les quedaba una molesta marca roja en la mano izquierda en el lugar de apoyo del instrumento... no funcionó. Actualmente tomo nenes a partir de, más o menos 10 años de edad. Si el chico es grande de cuerpo y maduro intelectualmente, puede ser algo menos. Le ponemos los dedos en la flauta el día de la entrevista (avisándole previamente que sólo nos reunimos a charlar, que si no es ese año, será el año que viene) y decidimos entonces qué hacer. Lo interesante es que el chico comience en el momento en que sus estudios vayan verdaderamente a funcionar. No obstante, en cuanto a bajar la edad de este primer abordaje usando flautas de cabezal curvo: no descarte usted la posibilidad de que otro profesional pueda resolver, aquellos problemas que yo no pude.
El saxo es un instrumento muy emparentado con la flauta traversa; barajo la misma edad para el primer abordaje de su técnica: aproximadamente los 10 años. El más pequeño de los registros más vistos, usuales de saxofón, el saxo alto, es ya bien pesado para un niño más joven. Y al contrario de la flauta, el instrumento ejerce oposición a nuestro soplido, es decir, el aire tiene que entrar con presión: también requiere determinado poderío físico. La salvedad en el caso del saxofón es, que los saxos alternativos (para reducir un poco la edad de comienzo del estudio de su técnica) sí funcionan.
Un saxo soprano curvo, (con la forma conocida, normal, curva de un saxo) es un poco menos visto pero no deja de ser un saxo standard. (Es más usual ver el soprano recto que es algo así como un saxo con forma de oboe o de clarinete; pero también existe el soprano curvo.) Es más pequeño que un saxo alto y puede reducir en uno ¿en dos años? la edad del primer abordaje de la técnica. Un saxo sopranino es ya una rareza, pero también existe. Es como un pequeño saxito a escala, con el mismo sistema de emisión sonoro pero agudo, como del registro de una flauta dulce. Es difícil de conseguir, caro (un saxo en sí ya es entre dos y tres veces más caro que la flauta traversa) y si al chico no le funcionaran estos estudios, es de difícil reventa. Pero la dificultad física en la ejecución de este instrumento no difiere en mucho a la de una flauta dulce. Podría encararse sin problemas a los 7 ¿a los 6 años? y posteriormente ir trasladando lo aprendido a saxo soprano, después a saxo alto. Yo nunca tuve el caso; no guié un proceso así. Pero es perfectamente posible.
Dijimos que lo más probable es abordar estos estudios a partir de los 10 años de edad y también dijimos que era improductivo quedarnos en un taller de juegos musicales más que 2 ó 3 años. Entonces, un joven flautista o saxofonista que empezó en un taller de juegos musicales a los 2 ó 3 años: ¿que hizo entre los 5 y los 10? El proceso lógico sería, saliendo del taller de juegos musicales (con el objetivo de empezar a lidiar con la técnica de ejecución de un instrumento) abordar la flauta dulce y avanzar todo lo posible. Y en el momento adecuado saltar de la flauta dulce a la flauta traversa o el saxo. También el chico puede transitar un instrumento complementario como la guitarra, y si su vocación son los vientos, a la edad adecuada hacer el cambio. Trasladaría menos habilidades desde la técnica de la guitarra hacia el saxo o la flauta pero se llevaría el complemento de un ‘’instrumento armónico’’ como la guitarra (que puede emitir varios sonidos simultáneos o acordes, cosa en absoluto imposible en el saxo o la flauta traversa que son ‘’instrumentos melódicos’’.)
No soy especialista en oboe y clarinete pero es razonable imaginar, para el primer abordaje de su técnica, edades similares. El piano es en algún sentido el instrumento más simple que pueda existir. En un estadío avanzado esta simpleza traerá aparejada grandes posibilidades (y complejidades.) Ejecutar cuatro melodías simultáneas generando sensación de polifonía (independencia entre estas melodías), por ejemplo. Pero si bien el techo de las posibilidades del piano será exigente con el pianista, en su primer abordaje el piano es cristalino. Para cada sonido que emitimos se requiere una sola acción: pulsar la correspondiente tecla. Y no tenemos que lidiar con la complicación de sostener el instrumento: el piano, se mantiene de pie por sí mismo. Para un niño en edad de jardín de infantes esto despeja serias complicaciones. La juventud del estudiante no tiene casi límite. Escribí en “EL mito del niño prodigio (Parte II)” (de noviembre de 2007 bajo la etiqueta “El espíritu de la cosa”) haber conocido hace 20 años una maestra de piano que hacía maravillas trabajando con niños desde los 18 meses, siempre por medio del juego. No comparto el objetivo que ella perseguía: lisa y llanamente formar niños prodigio (con todas sus implicancias.) Pero pedagógicamente era (con esta salvedad) estupenda. Si usted da con la persona capaz de tal arte, nadie presiona a su hijo, nadie lo tortura, nadie lo explota económicamente y él asiste feliz a clase: adelante. (Valga aclarar que asistir a clases específicas del instrumento, no tiene por que ser excluyente de asistir a su vez a un taller de juegos musicales.)
La guitarra requiere dos acciones para la emisión de un solo sonido: pisar la cuerda con una mano (la izquierda) en el traste que corresponde a cada nota y con otra (la derecha) pellizcarla. La mano izquierda debe llegar siempre un poquito antes, para que al momento de pellizcar la cuerda ya esté lista la nota que queremos emitir. Esto requiere sincronía de las dos manos a medida que se suceden las distintas notas de una melodía, evitando la descoordinación de las dos acciones en el tiempo. Mientras tanto, tenemos que arreglarnos para sostener (quieto) el instrumento. Estas complejidades psicomotrices suelen ser inalcanzables para un niño de 2; quizás 4 años de edad. Desde la ideología de este blog (no avalamos programar estudios muy incómodos para un niño pequeño) podríamos plantear el primer abordaje de su técnica entre los 5 y los 7 años. (La flauta y el saxo de los cuales ya hablamos, también requieren la sincronización de dos acciones para el acto de producir solo un sonido: con la previa digitación de la nota cubriendo las llaves o los agujeros pertinentes llegará inmediatamente después el soplido que dispara su emisión.) Lo mismo sucede con el violín con el agravante de que el arco es mucho más complejo que el mero acto de pellizcar una cuerda. Si uno lo apoya rápido sobre la cuerda el arco rebota, si uno presiona demasiado el arco contra la cuerda este produce chirridos odiosos pero, sin la presión suficiente el arco resbala sonando la cuerda en falso. Una vez resuelta la técnica del arco (accionado con la mano derecha) hay que sincronizarlo con la mano izquierda (con cuyos dedos pisamos las cuerdas) y sostener el instrumento es fuertemente incómodo. La suma de estas dificultadas es una enormidad para un niño que no haya alcanzado la totalidad de sus capacidades psicomotrices. Una verdadera tortura. Este blog cree razonable dar los primeros pasos en la técnica del violín, entre los 7 y los 9 años.
En resumen: entre los 2 y los 5 años este blog encuentra por lo general pertinente, nada más exigido que un taller de juegos musicales. También podemos plantear, como iniciación, un taller así para chicos más grandes o para adultos. Esta iniciación podría durar un par de años o el tiempo transcurrido hasta que el niño alcance la madurez física e intelectual para abordar el aprendizaje de la técnica de un instrumento musical. Para dar alguna orientación sugerimos edades mínimas. Algunas edades a partir de las cuales sabemos que, en el marco pedagógico adecuado, no deberían presentarse impedimentos psicofísicos, asperezas, incomodidades marcadas en este primer abordaje del instrumento: los 5 años para la flauta dulce, entre los 5 y los 7 para la guitarra, entre los 7 y los 9 para el violín, y alrededor de los 10 años el saxo, la flauta traversa, el clarinete o el oboe. Pensamos algo parecido (el abordaje a partir de los 10 años de edad) para los bronces (trompeta, trombón, corno, tuba.) Fuimos conservadores al postular estas edades. Usted encontrará docentes que empiezan antes (y bajo ningún concepto debe usted pensar que quien empiece más tarde está excluido de estos aprendizajes: Ver “El mito del niño prodigio. (Parte III) ” del día 13/12/2007.)
Estos parámetros pueden en muchos casos no aplicar. Los procesos de transmisión cultural son osmóticos. Un niño de padre y madre violinistas, que despertó todos los días de su vida entre sesiones de práctica y ensayos de cámara podría sorprendernos, al tomar un violín por sí mismo a los 18 meses e imitando a sus padres sostenerlo, pasando el arco sobre las cuerdas con absoluta naturalidad y dando por tierra todo lo que escribimos sobre el primer abordaje del violín. Daniel Baremboim cuenta que en su infancia, creía que todas las personas eran pianistas. Sus dos padres eran profesores particulares de piano y él pasaba el día en una casa donde todas las personas que llegaban de afuera en forma de visita, entraban a tocar un rato el piano y luego se iban. A pesar de haber hecho las cosas en edad de niño prodigio dice jamás haber sentido tal condición ni haberse sentido explotado, forzado, o privado de llevar adelante una infancia normal. Respirar una cultura es a veces muy poderoso. Difícilmente puedan equipararse tales resultados desde implementaciones pedagógicas. ¿Institucionalizaríamos a los niños músicos desde los tres años de edad como a los actores estudiantes de Opera de Pequín? (Ver “El mito del niño prodigio. (Parte I) “ de diciembre de 2007.) Yo no estaría dispuesto con mi hija. Y sé que tal precocidad no es la única forma de llegar a esos resultados (y que esos resultados no son para un músico, el único lugar al cual llegar.)
¿El autor de este blog da una tabla de edades para las cosas y después dice que esas edades podrían quizás no aplicar? Odio dar una tabla con edades para las cosas. Pero no mencionar edades implicaría dejar al lector sin referencias. Dije al comienzo de la parte uno de este artículo que estos procesos dependen de los ambientes, de los discípulos y de los maestros y que el lector no debía tomar todo lo que aquí hallara escrito como verdad sine qua non. Cuando yo era un niño (en la década del 60) había una guía: “Escuela para padres” de Florencio Escardó y Eva Giberti, que mi madre leía con fruición. Los doctores, siempre sabios, daban instrucciones a los padres sobre como educar a sus hijos en la nueva ola del amor. Cuando descubrieron este perfil en su propia obra, Florencio Escardó y Eva Giberti, personas muy inteligentes, abandonaron el proyecto. No es mi deseo que estas edades dadas en referencia sean entendidas como una guía para padres. Desearía que este sea un texto útil, ofreciendo un panorama de estos procesos. Cada padre sabrá qué tomar de todo lo que aquí se dice.
No soy especialista en oboe y clarinete pero es razonable imaginar, para el primer abordaje de su técnica, edades similares. El piano es en algún sentido el instrumento más simple que pueda existir. En un estadío avanzado esta simpleza traerá aparejada grandes posibilidades (y complejidades.) Ejecutar cuatro melodías simultáneas generando sensación de polifonía (independencia entre estas melodías), por ejemplo. Pero si bien el techo de las posibilidades del piano será exigente con el pianista, en su primer abordaje el piano es cristalino. Para cada sonido que emitimos se requiere una sola acción: pulsar la correspondiente tecla. Y no tenemos que lidiar con la complicación de sostener el instrumento: el piano, se mantiene de pie por sí mismo. Para un niño en edad de jardín de infantes esto despeja serias complicaciones. La juventud del estudiante no tiene casi límite. Escribí en “EL mito del niño prodigio (Parte II)” (de noviembre de 2007 bajo la etiqueta “El espíritu de la cosa”) haber conocido hace 20 años una maestra de piano que hacía maravillas trabajando con niños desde los 18 meses, siempre por medio del juego. No comparto el objetivo que ella perseguía: lisa y llanamente formar niños prodigio (con todas sus implicancias.) Pero pedagógicamente era (con esta salvedad) estupenda. Si usted da con la persona capaz de tal arte, nadie presiona a su hijo, nadie lo tortura, nadie lo explota económicamente y él asiste feliz a clase: adelante. (Valga aclarar que asistir a clases específicas del instrumento, no tiene por que ser excluyente de asistir a su vez a un taller de juegos musicales.)
La guitarra requiere dos acciones para la emisión de un solo sonido: pisar la cuerda con una mano (la izquierda) en el traste que corresponde a cada nota y con otra (la derecha) pellizcarla. La mano izquierda debe llegar siempre un poquito antes, para que al momento de pellizcar la cuerda ya esté lista la nota que queremos emitir. Esto requiere sincronía de las dos manos a medida que se suceden las distintas notas de una melodía, evitando la descoordinación de las dos acciones en el tiempo. Mientras tanto, tenemos que arreglarnos para sostener (quieto) el instrumento. Estas complejidades psicomotrices suelen ser inalcanzables para un niño de 2; quizás 4 años de edad. Desde la ideología de este blog (no avalamos programar estudios muy incómodos para un niño pequeño) podríamos plantear el primer abordaje de su técnica entre los 5 y los 7 años. (La flauta y el saxo de los cuales ya hablamos, también requieren la sincronización de dos acciones para el acto de producir solo un sonido: con la previa digitación de la nota cubriendo las llaves o los agujeros pertinentes llegará inmediatamente después el soplido que dispara su emisión.) Lo mismo sucede con el violín con el agravante de que el arco es mucho más complejo que el mero acto de pellizcar una cuerda. Si uno lo apoya rápido sobre la cuerda el arco rebota, si uno presiona demasiado el arco contra la cuerda este produce chirridos odiosos pero, sin la presión suficiente el arco resbala sonando la cuerda en falso. Una vez resuelta la técnica del arco (accionado con la mano derecha) hay que sincronizarlo con la mano izquierda (con cuyos dedos pisamos las cuerdas) y sostener el instrumento es fuertemente incómodo. La suma de estas dificultadas es una enormidad para un niño que no haya alcanzado la totalidad de sus capacidades psicomotrices. Una verdadera tortura. Este blog cree razonable dar los primeros pasos en la técnica del violín, entre los 7 y los 9 años.
En resumen: entre los 2 y los 5 años este blog encuentra por lo general pertinente, nada más exigido que un taller de juegos musicales. También podemos plantear, como iniciación, un taller así para chicos más grandes o para adultos. Esta iniciación podría durar un par de años o el tiempo transcurrido hasta que el niño alcance la madurez física e intelectual para abordar el aprendizaje de la técnica de un instrumento musical. Para dar alguna orientación sugerimos edades mínimas. Algunas edades a partir de las cuales sabemos que, en el marco pedagógico adecuado, no deberían presentarse impedimentos psicofísicos, asperezas, incomodidades marcadas en este primer abordaje del instrumento: los 5 años para la flauta dulce, entre los 5 y los 7 para la guitarra, entre los 7 y los 9 para el violín, y alrededor de los 10 años el saxo, la flauta traversa, el clarinete o el oboe. Pensamos algo parecido (el abordaje a partir de los 10 años de edad) para los bronces (trompeta, trombón, corno, tuba.) Fuimos conservadores al postular estas edades. Usted encontrará docentes que empiezan antes (y bajo ningún concepto debe usted pensar que quien empiece más tarde está excluido de estos aprendizajes: Ver “El mito del niño prodigio. (Parte III) ” del día 13/12/2007.)
Estos parámetros pueden en muchos casos no aplicar. Los procesos de transmisión cultural son osmóticos. Un niño de padre y madre violinistas, que despertó todos los días de su vida entre sesiones de práctica y ensayos de cámara podría sorprendernos, al tomar un violín por sí mismo a los 18 meses e imitando a sus padres sostenerlo, pasando el arco sobre las cuerdas con absoluta naturalidad y dando por tierra todo lo que escribimos sobre el primer abordaje del violín. Daniel Baremboim cuenta que en su infancia, creía que todas las personas eran pianistas. Sus dos padres eran profesores particulares de piano y él pasaba el día en una casa donde todas las personas que llegaban de afuera en forma de visita, entraban a tocar un rato el piano y luego se iban. A pesar de haber hecho las cosas en edad de niño prodigio dice jamás haber sentido tal condición ni haberse sentido explotado, forzado, o privado de llevar adelante una infancia normal. Respirar una cultura es a veces muy poderoso. Difícilmente puedan equipararse tales resultados desde implementaciones pedagógicas. ¿Institucionalizaríamos a los niños músicos desde los tres años de edad como a los actores estudiantes de Opera de Pequín? (Ver “El mito del niño prodigio. (Parte I) “ de diciembre de 2007.) Yo no estaría dispuesto con mi hija. Y sé que tal precocidad no es la única forma de llegar a esos resultados (y que esos resultados no son para un músico, el único lugar al cual llegar.)
¿El autor de este blog da una tabla de edades para las cosas y después dice que esas edades podrían quizás no aplicar? Odio dar una tabla con edades para las cosas. Pero no mencionar edades implicaría dejar al lector sin referencias. Dije al comienzo de la parte uno de este artículo que estos procesos dependen de los ambientes, de los discípulos y de los maestros y que el lector no debía tomar todo lo que aquí hallara escrito como verdad sine qua non. Cuando yo era un niño (en la década del 60) había una guía: “Escuela para padres” de Florencio Escardó y Eva Giberti, que mi madre leía con fruición. Los doctores, siempre sabios, daban instrucciones a los padres sobre como educar a sus hijos en la nueva ola del amor. Cuando descubrieron este perfil en su propia obra, Florencio Escardó y Eva Giberti, personas muy inteligentes, abandonaron el proyecto. No es mi deseo que estas edades dadas en referencia sean entendidas como una guía para padres. Desearía que este sea un texto útil, ofreciendo un panorama de estos procesos. Cada padre sabrá qué tomar de todo lo que aquí se dice.
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